martes, 6 de agosto de 2019

Relatos confusos: una moneda en el bebedero

Hace mucho frío y apenas puedo ver. Estoy llegando a casa a las tantas. Me estremece el sonido de la llave entrando por el cerrojo. Clac, clac, clac, clac. Giro la llave, pero no sin antes darme cuenta de que puedo sentir el viento pasando por el hueco de debajo de la puerta. Debí de dejarme alguna ventana abierta.

Una vez dentro apago la luz, que estaba dada, localizo la ventana y bajo la persiana, pero no del todo. Me gusta el silbido del viento al filtrarse entre sus huecos.

Sin motivo aparente, un libro cae al suelo y de inmediato escucho unos pasos apresurados que se acercan por el pasillo. Un día este gato me matará de un susto.

Vuelvo a la entrada a echar el cerrojo y, a oscuras, me quedo quieto. Con el silencio, recuerdo a los antiguos dueños de la casa: un matrimonio mayor sin hijos. Me gusta pensar que siguen vivos y que un día los encontraré metidos en mi cama. Ellos mirándome y gritando y yo gritando y mirándolos. Dios, espero que no pase, o no será el gato quien me dé el susto final.

Me lavo los dientes en la cocina (manías mías). Siento una caricia peluda en la pierna y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. No sé que haría sin él. Guardo el cepillo en su estuche y antes de ir a la cama, cambio el agua del bebedero de mi pequeño amigo. Por algún motivo hay una moneda extranjera en el fondo. Probablemente nunca sepa cómo llegó hasta allí. Quizá alguien lo confundiera con una fuente y pidiese un deseo.

Saco el pijama de debajo de la almohada, algo arrugado, me desvisto y me lo pongo. Me encanta, se siente cálido, como si apenas un minuto antes lo hubiese llevado puesto. Me meto en la cama.

Oigo a alguien tirar de la cadena y una puerta cerrarse. Algún vecino, seguramente. En esta casa se oye todo y a veces incluso más. Siento como unas uñas se aferran a mi pié y justo después recibo un mordisco a través de la sábana que significa buenas noches.

Mirando al techo pienso en los pósits que vería si estuviese la luz encendida. Tienen dibujos y frases escritas. Cada uno tiene su porqué, pero todos tienen la razón.

Reflexiono sobre lo que he hecho a lo largo del día, desde que me he levantado hasta que me he vuelto a acostar. No todo ha ido como yo esperaba, pero tampoco ha ido mal. Mañana tendré que asegurarme bien de apagar la luz y dejar todas las ventanas cerradas. Que aunque juraría que esta mañana lo hice, debí de despistarme. No debe volver a ocurrir.

Cierro los ojos y escucho una respiración. Admiro la facilidad que tienen algunos para dormirse.

Es curioso, porque el sueño se concilia cuando uno menos se lo espera. Al pensar en ello no ocurre, pero luego te despistas te duermes. Si pudiese escoger un pensamiento con el que dormirme sería algo que supiese que va a ser cierto. Por ejemplo: no estoy solo.

Ya llega el sueño y escucho de nuevo unos pasos. Esta vez se alejan por el pasillo. Dirían que es el gato si no le sintiese aquí, a mi lado. No, debo ya de estar soñando…


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