¿Recuerdas aquella vez que te enfadaste y gritaste a tus padres? Yo sí. Ja, ja, ja. Además, menuda tontería el motivo. Fue toda una chiquillada. Qué vergüenza, por favor, cada vez que lo pienso… madre mía.
Mis pobres padres allí, sin saber qué había pasado ni por qué me había enfadado. Pero, claro, en mi cabeza todo tenía sentido y era el mundo contra mí…
¿Nunca te has sentido triste y has pensado que era todo culpa tuya? A mí me ha pasado más veces de las que me gustaría. He llegado a pensar que me merecía estar mal, incluso he pensado hacer o dejar de hacer determinadas cosas para castigarme.