Duermo tumbado sencillamente en ropa interior y sombre un cubrecamas. Este es áspero, probablemente de lana, y pica, pero me siento cómodo con la pequeña molestia. Entra la luz directa y naranja de la farola que hay a escasos metros de la ventana. Da un toque cálido a la habitación, pintada de frío blanco en paredes, techo y armarios. Es tal que puedo leer mi libro sin problema alguno. Me gusta.
Las noches son todas iguales, me despierto varias veces: entre las tres y las cuatro; de nuevo a las seis y media, entonces siento frio y me tapo con una fina pashmina; quizá a las ocho otra vez; y finalmente sobre las nueve suena el despertador. Hace algún tiempo hubiese sufrido por cada una de estas cosas… Que si pica, que si hay mucha luz,