martes, 10 de noviembre de 2020

El gato que se enamoró de la luna

Me contó una vez mi abuela la historia de un gato que se enamoró perdidamente de la luna.

Aquel era un gato todavía joven, pero solitario. Sin saber mucho de la vida, un buen día salió de caza al caer la tarde, momento en el que los pequeños animales solían comenzar a confiarse al creerse menos visibles gracias a la oscuridad creciente.

El gato se alejó de las transitadas calles del pueblo aquel en el que había vivido toda su vida, en busca de presas más entretenidas que fáciles de cazar. Si todos los felinos son la mar de curiosos, este no iba a ser la excepción.

Saltando y corriendo de un lado para otro, cuando se quiso dar cuenta, no tenía la menor idea de cómo había llegado hasta donde estaba. Aunque el pueblo hubiese estado cerca, los árboles habrían ocultado cualquier luz con sus troncos y silenciado cualquier sonido con sus hojas al viento.

Él, tan despreocupado como puede serlo un gato, continuó su camino y caza hasta quedar satisfecho y encontrarse al borde de un claro. Se dio cuenta entonces de la luz que había allí. Tan blanca que